La imagen como concepto puede pensarse desde muy distintos ángulos; es posible, por ejemplo, calcular los efectos emocionales en quien mira, provocados por sus componentes; o condicionar su interpretación a una serie de constantes políticas y sociales; o incluso desacreditar su materialidad, en tanto las tecnologías contemporáneas impiden confiar en la veracidad de aquello que representan. Esto implica accesos que son revisados desde subjetividades específicas vinculadas a la historia de los individuos que ejercen, según constantes particulares, modos de ver el mundo. De esta forma, si por ejemplo lo textual define el deseo como un objetivo a conseguir, según la consecución de unidades sintagmáticas, la imagen hace del deseo presencia física, que desvelará sus mecanismos en el momento mismo en el que la mirada se ponga en juego. Pero, ¿qué pasa con procesos colectivos, no únicamente asumidos desde el consumo, sino desde la sobre-producción de imágenes?
Para la sexta emisión de Dossier; encuentros colaborativos se trabajó con un grupo de fotógrafos que componían la plataforma denominada ‘Indexical’, quienes propusieron la pieza ‘Foto monumento (muerte, archivo y destrucción de la memoria)’, como derivación del tema propuesto para el encuentro: ‘Procesos colaborativos en la imagen’. Partiendo de un trabajo avanzado de investigación por parte de los integrantes, y como consecuencia de una reflexión acerca de los estatutos de la imagen, la pieza fue una suerte de archivo no objetivo vinculado a la fugacidad de la memoria. Se trató de una obra efímera derivada de distintas categorías, para realizar un archivo desde el montaje y la ficción como vínculo temporal entre pasado y presente. De este modo, luego de un trabajo esquemático que fue realizado para la convergencia temática de las categorías trabajadas por cada uno de los integrantes, se propuso esta suerte de monumento/instalación, que centró su mirada en una diversidad de ‘negociaciones estéticas’ que culminaron su recorrido en maneras de ver y de consumir discursos fotográficos desde lo afectivo y lo cognitivo. De este modo, dicho ‘monumento’ estableció un centro regulador que detonaba miradas poliédricas, para jugar con aquello que se establece como referente social, y a la vez con su fracaso consecutivo debido a un exceso de referentes, que hacen que la conmemoración monumental termine por convertirse en algo muy parecido a una ruina.
El trabajo, por ello, resultó ser un diálogo enclavado en una exposición colectiva que establecía un punto de encuentro no autoral. Porque a pesar de que la obra de cada uno de los integrantes mostrada en las paredes de la galería sí documentaba claramente los procesos individuales, en esta especie de tótem intervenido, no había forma para determinar qué imagen era de quién. Sin simplificar la lectura haciéndolo pasar por un abandono consiente de la autoría, lo que era posible verificar en la construcción de cuadros para la vinculación de los integrantes del grupo, era un deseo de dialogar desde las constantes de sus propias investigaciones.
Comentario crítico.- Reconocer el esfuerzo por trascender la maraña burocrática que envuelve a las academias, y gestionar proyectos capaces de mantener frescura, no implica abandonar la crítica acerca de la dificultad que, ya sea dentro o fuera de los aparatos de Estado, existe para generar proyectos que puedan durar más tiempo de lo que suelen durar. Y es que la Universidad, al normalizar las prácticas y hacerlas asequibles a estructuras que provienen de epistemologías establecidas, puede hacer complejas las relaciones entre productores que al concentrarse en las políticas académicas, descuidan el trabajo coordinado con otros productores.
Y es que a pesar del trabajo compartido y esquemático entre los integrantes de este encuentro, se podía percibir tensión en las relaciones entre ellos y conflictos en el empleo de los recursos. El apoyo de Dossier se centró siempre en la posibilidad de la coordinación grupal, y no en la preocupación por proyectos individuales que no pudieran pactar con otros participantes, o que no tuvieran vinculación con un público que no solo fuese tratado como ‘espectador’. Probablemente el hecho de que el objeto fotográfico ya es, de algún modo, tratado como fetiche, es más complejo plantear procesos de colaboración que a la vez no cuestionen las relaciones entre productores. Sin embargo, no quiero detenerme en un conflicto que suena superficial respecto a las meras formas, sin anotar el trabajo concentrado que en el análisis de la imagen como problema de investigación puede originar encuentros y luego desencuentros, o incluso; dudosa administración de los recursos. Porque los conflictos de la precariedad estudiantil no ayudan para que estas conformaciones puedan prevalecer más de cierto tiempo, sin que se presenten conflictos de esta índole, diferencias en el equilibrio de funciones o desatinos discursivos irreconciliables. En este sentido, una manera de criticar el trabajo colaborativo es justo la observación de las lógicas de los poderes que, de manera subrepticia, se cuelan de inmediato en conformaciones que no pudiendo gestionar lo común, terminan por apuntalar fuertemente un trabajo individualista.
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