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En el noveno encuentro fue seleccionado el equipo del proyecto Telecápita para la realización de sesiones que regularan el trabajo entre algunos de sus excolaboradores, para la realización de una antología de textos. Dicha integración se realizó como etapa de consolidación, en la que el proyecto está recopilando y reorganizando las experiencias de sus siete años de trayectoria. Ello implicó el acercamiento con instancias como Dossier mismo, en las que su trabajo puede ser asimilado y compartido. Consistió en un proceso que, partiendo de la reflexión, se dedicó fundamentalmente a ensayar modos de expandir los resultados de sus distintos encuentros. Uno de los objetivos de dicha emisión fue estabilizar un espacio crítico en el que la experiencia que han ganado hasta el momento de corte hasta la realización de las sesiones, pudiera re-fundar unos ciertos modos de hacer abiertos y colaborativos, que funcionaran para que el proyecto continuara bien situado. El primer paso planteado fue una organización dinámica que preponderó la argumentación por escrito, fundamentada en la lectura, análisis y exposición de autores contemporáneos y clásicos, vertidos en formatos actuales que hicieran posible que la población joven se acercara a ello. De este modo, una de las intenciones fue hilvanar la escritura realizada a lo largo de sus años de existencia, con procesos de crítica para la creación de una primera antología, pensando en el análisis sobre un horizonte amplio de temas, pensando en que la idea de lo ‘cultural’ abarca tanto modos de ser y hacer, las expresiones producidas y consumidas por públicos masivos y la demarcación de tendencias de pensamiento y su crítica. Esto, desde un país en el que las artes y la cultura se suelen pensar aparte de los demás fenómenos de la sociedad, y donde las lecturas hegemónicas se conforman por nicho o filiación.


De este modo, se generó una crítica grupal para hacer dicha selección de textos, bajo un sistema no centralizado, que abrió la posibilidad de generar un grupo interdisciplinario que realizó una antología a revisar, y el cual sigue funcionando para darle continuidad a su labor. Ello dio como resultado la compilación de textosbajo el nombre de ‘Teoría y distorsión’, su impresión y difusión. Una de las constantes para su reunión fue el pensamiento al rededor de una decapitación simbólica, como ruptura de la psique colectiva, que abandona la reflexión crítica y se instala en el consumo de informaciones bajo el influjo y la conducción de los medios masivos de comunicación, así como de los metamedios digitales y sus productos de entretenimiento (telenovelas, programas de entretenimiento, concursos de autoexhibición y estrategias de publicidad para la propaganda de subproductos e ideologías). Por otro lado, y a propósito de la acefalía literal, cabe decir que Telecápita se fundó cuando en el país se contaban más de 100 mil muertos por la Guerra contra el Narcotráfico, en la conmoción ante el rodamiento de cabezas. En ese contexto, se propuso recuperar la cabeza misma del proyecto, reimprimiendo materiales que continúen con el origen de sus intenciones.

Comentario crítico.- Existe en proyectos como este un cierto tipo de acumulación, y al mismo tiempo de dispendio. La de acumulación es decididamente política, en tanto regula y equilibra los pesos y contrapesos que existen en contextos socioculturales (muy complejos) dados. Si bien es necesario reconocer que ahí está la posibilidad de trascender críticamente el diverso y pujante entorno cultural que nos rodea hoy día, ello no tiene sentido sin un cierto tipo de derroche en sus recursos argumentales, y por lo cual proyectos como Telecápita hacen sentido. El dispendio sin una regulación autoritaria, es un espacio en el que se encuentra la fiesta y el desborde de las emociones. Se puede decir entonces que la amargura de lo utilitario, en términos de función política que se debe ejercer para redibujar las hegemonías, puede combatirse con la experiencia del vacío. No sé si ahí habite la alegría, pero definitivamente no hay lugar más vivo que ese. El ordenamiento del proyecto parece no reconocer jerarquía ninguna entonces. Asume la participación desde ciertos procesos horizontales y, lo más importante, respetando su naturaleza intuitiva, que puede ejercerse desde la amistad –que nunca es igual a sí misma, y que, sí, tiene muy distintos niveles, pero que mientras opere desde una fuerza que se auto-regule, es capaz de equilibrar cualquier necesidad impositiva, desde cierto disfrute del presente. Si el proyecto se ha mantenido, es gracias a aquella movilidad significante, en tanto nombra los espacios y, de algún modo, ocupa el territorio; pero a la vez, justo más allá de eso, permite un libre flujo de las responsabilidades y las intenciones, que no coinciden meramente por planificación estratégica, sino por concomitancia. De este modo, es importante reconocer que a pesar de su situación incierta, Telecápita –con quienes yo mismo he colaborado en varios de sus procesos–, pervive a pesar de las difíciles situaciones a las que muchos creadores de voluntad crítica deben enfrentarse en este país.

 

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